
También se dice del ‘tío Patrix’ que expulsó a las serpientes del país. Mitos y leyendas alrededor de su figura.
Nos despertamos pronto para poder ir a la ‘St. Patrick’s parade’ que se celebra todos los años en Dublín. Víctor y yo nos teñimos el pelo completamente de verde para la ocasión y las chicas llevaron un gorrito muy gracioso, para ir todos ambientados. Tuvimos una caminata de unos 40 minutos hasta el centro. De camino paramos para comprar algunas cosillas para desayunar.
Pronto comenzamos a ver las riadas de gente que se dirigía al centro, haciéndose más anchas cuanto más cerca estábamos de allí. La marea humana en O’connell Street era impresionante. Allá donde miraras sólo veías cabezas y cabezas, todo especialmente teñido de color verde.
Nos escribieron Flo y Anna (los alemanes) para encontrarnos, y a pesar de la multitud conseguimos dar con ellos, aunque lo nuestro nos costó. Era prácticamente imposible andar por la calle. Cogimos sitio y pasaron un par de horas hasta que empezó a pasar la ‘parade’ por donde estábamos. Durante hora y pico desfilaron todo tipo de carrozas y personas. Nos sorprendió ver a un grupo de gaiteros desfilando con un cartel en el que ponía que eran de Madrid. La ‘parade’ está entretenida, pero también creo que desde casa se debe ver mucho mejor. O mejor incluso, desde las azoteas de los edificios, como hacía bastante gente. Está bien ir una vez en la vida, para vivirlo de primera mano y formar parte del ambientillo y demás, pero no me pegaría un viaje exclusivamente para vivir ese día en Dublín. A esa conclusión llegamos todos.
Después de la ‘parade’ fuimos para Grafton Street, que estaba más llena de gente que nunca. Allí encontramos a un grupo de música que era puro espectáculo, sobre todo el violinista, que con toda la chulería del mundo se pasaba el arco por detrás de la espalda para tocar el violín. Como siempre, no pudieron resistir Alicia y Victor la tentación de salir al medio a bailar.
También nos encontramos a un par de hombres parados en mitad de la calle mostrando unos carteles con la palabra ‘Jesus’ escrita. Le pregunté a uno de ellos, para saldar mi duda, a qué ‘Jesus’ estaba buscando, y me contestó: al hijo de Dios, ¡el creador de todo lo que conocemos!. No me quedé mucho más tranquilo la verdad, porque entre tanta gente y tanto borracho que había por las calles, no estaba yo muy convencido de que fuera a ser capaz de dar con él. ¡Hasta nosotros andábamos con cuidado para no perdernos de vista! Casi habría sido más fácil poner un anuncio en el facebook…
A la vuelta no nos pudimos resistir a parar en nuestro querido ‘Auld Dublin’ (bautizado entre nosotros como el ‘Paula Vázquez’), uno de los bares de Temple Bar donde hemos pasado los mejores ratos, para saborear una pinta de cerveza verde que sirven tan sólo ese día. En realidad es cerveza normal, a la que le añaden otro líquido, que no tengo ni idea de en qué consistirá, para que adquiera ese color.
Ese fue nuestro último rato, y nuestro último día juntos en Irlanda. Muy buenos momentos hemos dejado aquí, y muy buenos momentos quedarán para siempre en nuestras memorias .
Tardó otra media hora más de la prevista en llegar el autobús, así que estuve en total una hora esperando para que no hubiera casi cola. Durante el viaje pegué alguna que otra cabezada del cansancio que llevaba encima. Después de las palizasde viaje de otros días, una hora y media en el autobús se pasa volando.
Lo que hubiera dado por no tener que madrugar al día siguiente…
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