Llegué el viernes a casa después del colegio y preparé a toda prisa la maleta para ir corriendo a la estación autobús. El bus salió a las 17:00 de Carlow, en dirección a Athlone, que es la ciudad situada más al centro geográfico de Irlanda. Conducía un hombre muy parecido a Gandalf, con una perilla muy graciosa que se podía peinar incluso con un peine.
Me senté en primera fila como de costumbre pero, por culpa de la altura del sol, tuvo que bajar una especia de toldo que me ocultaba gran parte de la vista frontal desde mi posición. No quité ojo en todo el viaje a la vista lateral. En mi cabeza sonaba la banda sonora del Señor de los Anillos. La mayoría de las praderas te transportan temporalmente a la ‘Tierra Media’, pues los paisajes parecen propios de ‘La Comarca’. ¡Y más aún si el que conduce es un clon de Gandalf!
A mi lado había un hombre sentado de unos 60 años. Una de dos: o tengo un imán para los hombres con acento ininteligible o tengo que replantearme mi verdadero nivel de inglés… Fue duro, pero conseguí mantener una conversación con él. El hombre iba a Athlone a visitar a su hijo. Una vez en Athlone, él me echó una mano para encontrar el autobús que tenía que coger allí y que era el que llevaba a Galway.
Nada más subir al segundo autobús, escuché a una chica preguntar a la conductora (era una chica en este caso, aunque muy poco afeminada) si ya iba a salir el bus. Pregunto con un ‘Now?’ que me sonó muy español, así que afiné el oído y, efectivamente, la oí hablar en español con su pareja, que también subía al autobús.
Llegué a la estación de Galway a eso de las 21:00, cuatro horas después de haber salido de Carlow. Fue un viaje ‘larguísimo’, pero sin duda iba a merecer la pena. Nada más bajar del autobús, al ver que allí no estaban Alicia y Laura, pregunté a la pareja por una dirección. Llegaban de primeras también allí, así que no supieron decirme. Estuvimos un ratillo hablando. Eran malagueños los dos, muy simpáticos.
Cuando nos despedimos me quedé un rato esperando, pero seguía sin haber rastro de mis ‘friends’, así que probé a llamar a Alicia. El teléfono me estuvo dando problemas y no conseguía que hubiera línea, así que cada vez lo veía más negro. Me alejé un poco hacia la plaza que había cerca, para ver si venían por algún lado. Cuando conseguí hablar con Alicia me dijo que estaban en la estación de autobuses, así que la dije que salieran fuera y colgué. Llegué hasta la estación, miré dentro y no había nadie. Entonces se me encendió una lucecita y pensé que lo mismo habían más estaciones, y estábamos cada uno en una.
Volví a llamarla para decírselo, pero ninguno sabíamos llegar a la otra estación. Pregunté a gente hasta que conseguí dar con la estación en la que estaban, pero al llegar allí ni rastro de ellas. Pensé ‘Nos hemos debido de cruzar’. El móvil no me daba tono esta vez, así que volví a la primera estación. Suerte que estaban a dos minutos una de otra. Cada minuto que pasaba lo veía más y más negro. Si algo tenía seguro al principio era que estaba en Galway, pero llegó un momento en que empecé a preguntarme si realmente me había bajado allí. Cuando estaba llegando a la primera estación, vi dos sombras a lo lejos que reconocí a pesar de la distancia. Echamos a correr como en las pelis y así, media hora después de haber llegado, acabó el calvario y empezó lo bueno.
Fuimos a la habitación del hostal para poder dejar mi bolsa y salir a comer algo. En la habitación estaban Flo y Ana, un chico y una chica alemanes que compartían habitación con nosotros. Creemos que no salieron ni nada aquella noche. Nosotros cenamos lo primero y empezamos a recorrer las calles de Galway.
Las calles estaban llenas de vida. Había cantidad de pubs a ambos lados de la calle, restaurantes de todo tipo, músicos en la calle tocando a cada 20 metros, luces y banderas por todas partes (St Patrick’s está muy cerca)… Tras varias vueltas, acabamos en un pub que se llama ‘Spanish Arch’, pero que no tiene nada de español. Dentro había una banda muy chula tocando en directo. Nos quedamos allí el resto de la noche.
Es momento de hacer un inciso y hablar de los ‘torpedos’. Qué sería de Irlanda sin ellos…
Torpedos: Dícese de ciertos seres cervecívoros, entrados en sus cuarenta o cincuenta años. Habitan diariamente entre nosotros, aunque se los puede reconocer más fácilmente durante la noche. Pueden ingerir (y lo hacen) grandes cantidades de alcohol. Lideran las pistas de baile de los pubs, conocen de principio a fin todos los clásicos de ayer y hoy y su característica forma de bailar y sentir la música los destapa entre la multitud. Suelen situarse cerca del escenario, tocando instrumentos ficticios, en su mayor parte guitarras o baterías. Los torpedos suelen juntarse y asociarse con otros torpedos que los entienden (es lo que llamamos empatía), pero estos no suelen ser precisamente sus mujeres, que los controlan y vigilan a corta distancia con la porra entre las manos poniendo límites a sus excesos de euforia.
Así conocimos a Paul, el primero de los torpedos de la noche (el que se ve bailando en el video). Le dejamos a una mujer la cámara para que nos hiciese una foto y de la nada apareció Paul, sumándose para salir con nosotros en la foto. Su mujer tiraba de él mientras el pobre Paul, que sólo quería ser parte del momento, insistía para poder llegar de nuevo hacia nosotros. La mujer le acabó sacando a tirones y, después de pedirnos disculpas, le echó la bronca allí delante de todos al pobre Paul. No debió afectarle mucho, porque siguió como si nada con la alegría en el cuerpo.
El segundo torpedo fue aún mejor. Era un tío enorme, calvo. Decidí compartir mi alegría con él cuando sonó ‘Shook me all night long’ de AC DC. En un momento dado de la canción, el hombre dijo algo y se agachó para tocarse los bajos del vaquero. Yo me pensé que lo mismo le habían pisado, o que le habían echado cerveza encima, o algo similar. Lo que no me esperaba era que se remangara el pantalón por los dos lados y empezara a cruzar el pub de un lado al otro bailando al estilo ‘Angus Young’, simulando tocar la guitarra eléctrica… Aún me sigo riendo cuando le recuerdo!
Había unos cuantos torpedos más sueltos, pero sin duda estos dos fueron los más graciosos.
Por la calle había unos cuantos carros bici. Esto son personas que llevan en bici a viajeros subidos a un carro. Estuvimos hablando con uno que era de Afganistán, discutiendo sobre quién era mejor, si Messi o Cristiano. La mayoría de la gente que se monta a esos carros están borrachos perdidos, no creo ni que sepan a donde quieren ir cuando se montan, pero lo deben hacer porque les parece muy gracioso en ese momento.
Llegamos al hostal a eso de las 2, y entramos en la habitación tratando de no hacer ruido para no despertar a Flo y Ana que debían llevar sobando unas cuantas horas…
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