Sábado. Dormimos muy poquitas horas, como de costumbre. Fueron las justas y necesarias para cargar un poco las pilas. El desayuno no estaba incluido, así que tuvimos que improvisar unas galletas untadas con mermelada de diferentes sabores que “cogimos prestada” del comedor del hostal. Tuvimos la suerte de que el bus que nos llevaba de tour a los ‘Cliff of Moher’ salía de nuestro mismo hostal, así que allí mismo en la puerta nos recogió. ¿Quién estaba dentro del autobús? Efectivily! La pareja de Málaga!
El bus fue hasta la estación, a recoger al resto de personas que iban en el mismo tour. Allí nos separaron en dos autobuses diferentes, yendo los malagueños en el otro. Nuestro conductor era un cachondo, aunque luego íbamos a descubrir que el del otro autobús lo era aún más. Este no paró de hablar desde que nos subimos al autobús, contando todo tipo de cosas sobre Irlanda y sobre los paisajes que iban apareciendo a nuestro paso.
Uno de los lugares por los que pasamos fue Burren, un conjunto de paisajes rocosos de lo más atípicos aquí en Irlanda. Se supone que íbamos a ir haciendo paradas en determinados sitios, pero lo cierto es que tuvimos que hacer unas cuantas paradas más de las previstas porque había una pobre china que se mareaba y tenía que salir cada dos por tres afuera a vomitar. En una de estas, el conductor la dejó que bajara y en seguida arrancó para aparcar el autobús un poco más adelante. Por si a ca
so nos pensamos que iba a seguir dejando atrás a la china, nos advirtió: ‘No creáis que dejamos a la gente abandonada por aquí, voy a aparcar un momento allí delante. Se me está ocurriendo que a lo mejor tendría que traer a mi mujer un día por aquí…’
En esa parada aprovechamos para ver un Dolmen, pero nada que ver con el de Carlow. Éste era mucho más pequeño y tampoco tenía mucho de especial. También paramos más adelante para ver un cementerio, pero yo ya estoy más que acostumbrado a ver el del colegio todos los días.
El punto fuerte del recorrido son los “Cliffs of Moher”, que son unos acantilados impresionantes que están en el Condado de Claire. Cuando entramos en el condado, el conductor soltó: ‘Vamos a entrar al Condado de Claire, tener a mano los pasaportes…’ La broma al parecer es típica de Irlanda cada vez que se pasa de un condado a otro.
Los ‘Cliffs of Moher’ están considerados una de las maravillas de la naturaleza, y no me extraña. Cualquier foto, por muy buena que sea, no hace justicia a un paisaje que te desborda todos los sentidos desde el primer momento en que lo presencias. Anduvimos a lo largo de los acantilados durante un par de horas, parándonos cada dos pasos para hacer fotos. Yo casi fui engullido por un charco de barro, que me absorbió más y más los pies a cada paso que iba dando. El paseo al borde del acantilado no es ninguna tontería, nada más empezarlo nos encontramos una placa que decía: ‘En memoria de los que han perdido la vida en estos acantilado'. (He sobrevivido haciendo estos vídeos!)
Si sufres de vértigos, es mejor caminar bien alejado del borde.
Laura y Ali me convencieron para grabarme un vídeo musical con ese paisaje irrepetible de fondo, así que sin guitarra y sin nada, con un viento eso si que se cuela por la cámara, grabamos esto. Lo mejor era la cara de la gente que pasaba por nuestro lado, que se pensaba que estaríamos majaras.
Allí en los ‘Cliffs of Moher’ nos cruzamos con la pareja de malagueños, nos cruzamos con Ana y Flo (los alemanes del hostal) y también nos cruzamos con Silvia y Víctor, que fueron con otra compañía diferente, pero sólo estuvimos juntos 5 minutos porque caminábamos hacia direcciones diferentes.
El conductor nos había dejado bien clara la hora límite para regresar al bus, y aún así el tiempo se nos fue un poco de las manos y. Apuramos al máximo y nos tocó volver corriendo con la lengua fuera porque también había dejado muy claro que no pensaba esperar a nadie…
Corrimos y corrimos, cual Heidi por la pradera, adelantando a visitantes, sorteando charcos de barro, cruzándonos con los alemanes mientras nos despedíamos a gritos explicándoles que perdíamos el bus, aprovechando las cuestas abajo para ganar velocidad, haciendo señas al conductor desde a tomar por saco para que nos esperara…un espectáculo hasta que conseguimos llegar allí antes de que arrancara. Para nuestra sorpresa, nos dijo que podíamos quedarnos más tiempo y volver en otro autobús de la misma compañía que iba a regresar tres cuartos de hora más tarde, así que nos pareció buena idea y nos volvimos a bajar.
Cuando nos volvimos a encontrar con los alemanes, estoy convencido de que pensaron que éramos tan tontos de haber perdido el autobús. Hicimos bien en bajarnos, porque pudimos disfrutar un rato más de las preciosas vistas. Uno se resiste a abandonar el lugar, porque cuando lo deja es consciente de que no sabe cuánto tiempo pasará hasta volver a encontrarse allí, si es que eso llega a ocurrir…
El viaje de vuelta con el segundo conductor fue simplemente genial, un cachondeo. El conductor tendría unos 70 años. Cuando le dijimos al primer conductor que íbamos a bajarnos y volver con el otro, me dijo refiriéndose al otro: ‘Allá tú, sabrás que es su primer día en esto, no?’
Nos llevó con música celta todo el camino, con un dvd de un concierto en el que salían desde Carlos Núñez, a los Chieftains o grupos de danza tradicional irlandesa. Fue un viaje muy ameno. Además, en ese autobús era en donde viajaba la pareja de Málaga, así que fuimos prácticamente todo el camino hablando con ellos. El conductor, como a veces no podía refrenar el subidón que le producían ciertas canciones, muteaba la música para deleitarnos siguiendo él mismo cantando la canción con su más que peculiar estilo.

Nos hizo el favor de parar para poder fotografiar a un rebaño de ovejas negras, que aquí hay a porrones y nos hacía ilusión. Vimos un montón de llamas que tenían unos flequillos de lo más gracioso. Algunas parecían recién salidas de la peluquería. Otra de las veces tuvimos que detenernos para que pasara un pastor con un montón de vacas. Como volvimos bordeando el mar todo el rato, paró en o
tros acantilados que había muy bonitos. También paramos para ver lo que supuestamente era una cara formada entre las piedras.
Cuando llegamos a la estación de Galway, le preguntamos si de vuelta iba a pasar también por el hostal, pues habíamos dejado allí las maletas. El autobús ya se quedaba allí en la estación, porque iba a salir para llevar a la gente que venía directamente de Dublín. Lo que hizo el buen hombre, menudo crack, fue llevarnos en SU propia furgoneta a unas 10 personas antes de irse para casa. No se olvidó de traer consigo un par de Leprechauns de peluche que llevaba de copilotos en el autobús del tour.
Habíamos reservado habitación para esa noche en otro hostal, porque no hubo manera de conseguir dos noches en el mismo debido a que estaba casi todo lleno, así que recogimos las bolsas y nos fuimos a dejarlas al otro. Era una habitación de 4 personas, y cuando llegamos nos encontramos que el ‘compañero sorpresa’ ya había estado allí, porque allí estaba su bolsa y sus zapatillas. Las zapatillas nos dieron la pista de que se trataba de un chico.
Después de descansar durante un rato, fuimos para el centro. Allí habíamos quedado con los alemanes, Flo y Ana. Cenamos unas pizzas en un restaurante que estaba casi oculto a la vista. Mi agudo olfato para la comida fue lo que me hizo ver el mini cartel que lo indicaba. Había que bajar unas escaleras que no se veían desde la calle para llegar a él.
Comimos bastante bien y a un precio razonable, aunque Flo casi no sobrevive a la cena. La culpa la tuve en parte yo, que le animé a que se pidiera la pizza de 14 inch (pulgadas). Yo di buena cuenta de ella, pero el pobre Flo tardó lo suyo para poder acabarla. Aunque le veíamos sufrir bocado tras bocado, él nos contestaba con una sonrisa de oreja a oreja en la boca que todo iba bien. Acabó con ella, pero estoy convencido de que a punto estuvo también de acabar la pizza con él.
Salimos después al mismo pub que el día anterior, el ‘Spanish Arm’. Había una banda tocando, distinta a la del día anterior. Muy buenos también. Tenían un repertorio muy rockero, con temas muy de los 80. Me acordé de mi amigo el torpedo del día anterior cuando sonaron los AC DC y no estaba él para hacer de Angus Young…
A Flo le debió gustar la Guinness, porque no le duraba la pinta ni medio asalto. Estuvo esperando una media hora hasta que yo me terminé la mía y pedimos otra ronda juntos. Estando allí aparecieron Samuel y Pepi, los malagueños. Así que allí estuvimos todos juntos tomando algo hasta que no nos dio para más el fuelle.
A la vuelta en el hostal nos encontramos que nuestro “colega” ya estaba allí durmiendo. Intentamos entrar en la habitación sin hacer ruido, pero no pudimos evitar que se nos escapara la risa cuando ni Alicia, ni Laura ni yo éramos capaces de ponernos de acuerdo sobre si era un chico o una chica. Después de unos cuantos minutos ya conseguimos restablecernos y acostarnos.
Justo entonces se levantó el pobre chaval de la cama al servicio a mear, y fue entonces cuando despejó nuestras dudas. Aún así no sería la última duda del fin de semana con el pobre chaval …